¿Cómo leen los bebés?

La primera lectura que hacemos es la lectura del mundo: el rostro de la madre, la luz que enceguece, la forma de las cosas, incluso antes de saber qué es un rostro, una madre, la luz o una forma.
Esta manera de leer lo que nos rodea crece junto a nosotros y va de la mano con el desarrollo de nuestros sentidos y de aquello que logramos percibir; también será lo que nos ayude a configurar lo que nos gusta y lo que no.

En esta forma de leerlo todo con los ojos, pero también con las manos, la nariz, el oído, etc., los libros objeto, ilustrados, silentes y pop-up entran en juego para enriquecer esas múltiples lecturas.
Los libros objeto son aquellos que tienen elementos físicos complementarios al contenido, como texturas, superficies con olor, sonidos y otras propiedades, como poder sumergirlos en agua, o los libros de tela pensados para ser tocados, aplastados e, incluso, mordidos.

En cambio, aquellos libros en los que predominan las ilustraciones o en los que solo existen ilustraciones (silentes) presentan infinidad de lecturas e interpretaciones ya que es el lector el que, libre del texto, puede jugar con la imagen, inventar situaciones, diálogos y cambiarlos cada vez que quiera. Aquí, la obra propone una relación más íntima y cercana, tendiendo un puente entre los sentidos y la imaginación.

Finalmente, los libros pop-up, en los que la imagen “salta” del papel hacia la realidad nos insertan en la historia, sorprendiéndonos y haciéndonos partícipes del juego. El papel es uno de sus respaldos, pero también lo son la madera, la tela, los hilos que sostienen las figuras y los ingeniosos mecanismos que dan vida a distintos elementos. Si la magia existe se parece mucho a un libro pop-up.

Todos estos libros, destinados a pequeños lectores, son obligatorios en la primera infancia y necesarios durante los primeros años de la niñez, no solo porque son un excelente acercamiento a la literatura si no también porque amplían su tímida pero valiosísima visión del mundo.

Carolina Bastidas